Los ciegos utilizan todos los sentidos, en cada momento.
Esos estímulos: olfativos, táctiles, sonoros… les llegan a todo el mundo pero
el cerebro los minimiza en beneficio de la vista.
Intenta explicarnos que ser ciego no es como ellos piensan.
El ciego pierde estímulos importantes, se encuentra con muchas dificultades y
se siente perdido… Pero no queda otra opción que la adaptación y, tras mucho
esfuerzo, descubrir que se gana un montón de cosas que antes no podías ni
imaginar.
En casa nunca lo sobreprotegieron por lo que, al enfrentarse
a las dificultades, tenía mucha confianza ganada. Poco a poco fue siendo
independiente. Ciego o no, debía valerse por sí mismo.
Como sus padres no le transmitieron que aquello fuera una
fatalidad, él seguía haciendo su vida como si no se hubiese quedado ciego. Corría
y se chocaba con los arboles; cogía la bici…
Sus padres decidieron mandarlo a un internado de la ONCE.
Les preocupaba que tuviera los mismos problemas que su hermano. El colegio
seria su hogar durante varios años, y en la despedida no hubo lágrimas. Lo
único dicho fue: ‘estudia y trabaja mucho’. Cuando llegó al internado todos los
niños sabían nadar, menos él ya que nunca se había atrevido meterse en la
playa. Le daba miedo.
Poco a poco aprendería y en poco tiempo, ir a la piscina se
convertiría en su momento favorito. Allí encontró a ramón, que no solo fue su
monitor sino su maestro, su hermano mayor. Gracias a él llego a ser quien es.
Le obligaba a repetir un ejercicio, una y otra vez, hasta
que lo hacía perfecto. Fue su maestro, su hermano mayor. Gracias a él llegó a
ser el nadador que ha sido, porque le enseñó la técnica perfectamente. Lo
obligaba a repetir un ejercicio, una y otra vez, hasta que lo hacía perfecto.
Le dejaba los mejores libros de este deporte. Algunos estaban descatalogados,
él los escaneaba y los iba leyendo en braille. No solo le enseñó a nadar,
también le transmitió valores.
Le costó adaptarse al colegio, y muchas veces, tanto en
clase como en el patio, se abstraía. Desarrolló un mundo imaginario muy rico,
hacia el que se evadía en tanto que era más fácil que enfrentarse a los
problemas de ser ciego. Como en tu imaginación no tienes limitaciones, puedes
conducir un coche si quieres.
Un día, al terminar de comer con sus padres, se dio cuenta
de que no se había enterado de nada y de
que estaba haciendo lo mismo que su
hermano. Se quedaba abstraído en su imaginación; se evadía de la realidad.
Entonces se obligó a no imaginar. Eso fue lo que determinó que no entrase en
ese estado de huida, y que se centrase en la natación… porque vio que era lo
único que lo podía salvar.
Aquellas Navidades empezó a flojear, y un día no fue. El
entrenador le dijo: ‘Tu verás, pero como sigas así no vas a llegar a nada en la
vida’. Fue cuando le respondió que no faltaría más. No volvió a faltar ni un
solo día desde el 3 de enero de 2002 hasta las primeras Paralimpíadas de
Atenas. Pasase lo que pasare, Enhamed tenía que ir.
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