sábado, 4 de junio de 2016

Capítulo 20: Encontrando mi valor diferencial

Fue un verano fabuloso, pues debutó con la selección absoluta sénior, luego jugó en el Campeonato de Europa Sub-23 y firmó su contrato para volver a jugar en el primer equipo del Real Madrid. Estaba pletórico y con más ganas que nunca.

Durante la pre-temporada jugó muchos minutos y se convirtió en una pieza importante del equipo. Estaba donde siempre había querido estar, haciendo lo que amaba y, sobre todo, jugando como siempre había deseado. Había recuperado ese feeling para jugarse balones y para ser el jugador decisivo en ataque que siempre había sido. Pero fue un espejismo ya que apenas empezó la temporada comenzó a tener menos minutos y su rol en el equipo cambió por completo. 

Había muchos jugadores que podían meter muchos puntos, así que los minutos que estaba en la cancha le exigían no cometer errores y defender bien. Sufría por tener que acatar la jerarquía impuesta. En otras palabras, se resistía a aceptar mi rol de novato, en el cual no tenía el protagonismo que quería. Tenía dos años de contrato y alguno de los mejores jugadores de Europa a su alrededor. O sea, que le tocaba entrenar, sufrir y mantener la boca cerrada.

Poco a poco fue haciéndose a la idea de que si quería jugar en ese equipo tendría que ofrecer algo diferente y que nadie hiciera. Hasta entonces siempre había destacado por ser un gran anotador y un buen pasador pero todos sus compañeros eran muy buenos en ataque así que su valor se debería defender.

Esto era nuevo para él porque como mucho lo había hecho en los entrenamientos de la sección juvenil. Era tan inaudito que recuerda que Ángel Pardo llegaba a detener alguna sesión para comunicar su posición de defensa. Poco a poco fui moldeando mi estilo de juego y ganando mas minutos.

Tenían un gran equipo y ganaron la Copa del REY DE 1993 que supuso su primer título con el Real Madrid. Se sentía parte de un equipo ganador y era un auténtico sueño. La euroliga era el siguiente objetivo y eran los favoritos, pero en cuartos les toco un hueso duro de roer llamado el Virtus de Bolonia, uno de los mejores de Europa. 

Para bien o para mal el destino de su carrera cambió en aquel encuentro ya que ganaron el partido por veinte puntos de diferencia pero lo que determinó su futuro fue colapsar al mejor jugador de ese equipo que como media metía 30 canastas y en esa ocasión solo encestó cuatro puntos.

Estaba muy contento por el resultado de esos partidos y por clasificarse para la final Four de Atenas, pero había algo que en cierto modo le preocupaba. Acababa de demostrar que podía defender al mejor jugador exterior de Europa y prácticamente anular su potencial anotador.


Desde ese día sabía que se le pediría hacer siempre lo mismo, con lo que el nivel de exigencia sería ese. Ni más ni menos. Lo mismo que a los grandes anotadores se les exige meter veinticinco o treinta puntos por partido, a él se le exigiría defender a los mejores jugadores exteriores. La pregunta era si sería capaz de conseguir el reto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario