La razón por la que le apasiona llevarse a la gente a la
montaña es porque sabe que les proporciona un bien extraordinario. No hay
necesidad de probar cosas extremas. El
simple hecho de ver un amanecer, caminar entre los árboles respirar aire puro,
sentir el viento en la cara o percibir la energía de las cumbres te traslada a
tus orígenes y te conecta a la madre naturaleza. Es en ese momento cuando
empezamos a recuperar la verdadera esencia.
Ha visto a mucha gente llorar de alegría simplemente por
llegar a una pequeña cima o completar un trekking. Ha acompañado a personas que
consideraban el recorrido como un reto pero que durante el camino han
despertado su sensibilidad y espiritualidad. Al finalizar los ha visto llorar,
no por conseguir el objetivo sino por haber sido capaces de despertar lo que
durante tanto tiempo tenían adormecido. La montaña había obrado una vez más el
milagro.
Más allá de las anécdotas a medida que pasan los días las
personas empiezan a profundizas más y a conectarse más con la naturaleza. Ánimo
a las personas a que traten de rescatar tiempo para irse a pasear a la montaña
con sus familias, con sus amigos o solos.
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