Una vez más había visualizado lo que quería hacer y se había
cumplido. El Club Baloncesto Guadalajara había llegado a un acuerdo con el Real
Madrid para ser su filial y de esa manera una serie de jugadores jóvenes fuimos
a pasar allí durante la temporada 1991-1992. Fue sin duda una de las mejores
experiencias de su carrera. Al ser su último año como junior me lo tome a muerte.
La liga, que por entonces se llamaba Primera B, estaba llena
de veteranos, de jugadores curtidos en mil batallas. Aquello era lo que
necesitaba: jugar muchos minutos, volver a tener capacidad de decisión y
enfrentarse al mismo tiempo a gente experta que le hiciera crecer.
El ambiente en el equipo era extraordinario, eran una
mezcla de jugadores jóvenes y veteranos, con el mítico Sánchez Burgués a la
cabeza.
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