miércoles, 22 de junio de 2016

Capítulo 19: Las luces y las sombras del deporte profesional

Para poder ir al Internacional tenía que asistir a concentraciones, entrenar duro y pasar muchas pruebas físicas y psicológicas. Era novato. Cuando eres nuevo te toca cargar con todo. Esos años aprendió a debatir y a no perder el control. Estar en el equipo le enseñó muchísimo.

Lo que sí le chocó fueron los insultos por su origen. Él ya había explicado que había nacido y crecido en España, pero su cara y nombre de moro, no parecían convencerle. Ni a él, ni a nadie. En el equipo su apodo era ‘moro’, sus compañeros y los entrenadores lo animaban diciendo: ‘¡Vamos moro!’

Enhamed no se lo esperaba. En el instituto nunca había pasado, pero porque era ciego. Ser ciego eclipsaba todo lo demás. Decidió no enfadarse porque, si te picas, se meten más contigo. Si enfadaba, lo hacía con la puerta cerrada de su habitación. Pensaba que para llorar en su casa, ya tendría tiempo, ahí no debía hundirse.

Utilizó la creatividad como escudo contra los insultos. Con los años aprendería a ser todavía más creativo, a buscar soluciones inesperadas a las dificultades que apareciesen en el camino. No sólo los pintores y compositores son creativos; todos lo somos. Y todos podemos ser los artistas de nuestra vida.

Los primeros años de entrenamiento y competición lo pasó bastante mal. El deporte profesional es tremendamente competitivo. Además, muchas veces se encontraba con que, quien sabía que no podía ganar, no quería que el ganara. Esa es la satisfacción del mediocre. Cuando realmente quieres el oro, te centras en las actividades que te pueden llevar a conseguirlo… Eso es lo que él hizo. No perder el tiempo metiéndose con nadie.


Con esa idea en mente, intentó no derrochar fuerzas metiéndose con nadie durante sus entrenamientos.

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