Siguieron rondando con la bici. Sonreía de pura emoción. Era
muy divertido y se sentía muy feliz de estar ahí, participando con los demás.
El ritmo que llevaban era constante, pero muy tranquilo; aunque Enhamed sentía
que iba despacio. Andreu manejaba el ritmo, se trataba de una prueba de
aguantar todo el día. Se adaptó al ritmo de Andreu, y confió en él.
Pedaleaban desde Puerto del Carmen hasta Puerto Calero. A
partir de Puerto Calero se encontraron con una cuesta que, en el entrenamiento
en Lanzarote, se le había resistido. Para su sorpresa descubrió que no era tan
dura.
Sentía el viento en su cara, los rayos del sol, los sonidos
de las personas que estaban viendo la prueba. Se empezaron a cruzar con otros
participantes, personas que los acompañarían el resto del Ironman.
Llegaron a una cuesta muy alargada, de 6 km de subida. Esto,
psicológicamente, afecta. Pero esforzarse, eso tiene que hacerlo como todos.
Empezó a adelantarlos todo el mundo porque el tándem pesaba más e iban más
lentos.
Enhamed iba a tener que dar todo de él, como el año anterior
en los JJOO de Pekín. Merecía la pena. Tenía un sueño y quería conseguirlo.
Ningún ciego había conseguido terminar un Ironman en España, y él se había
propuesto ser el primero. Ahora estaba ahí, luchando por un sueño, pedalada a
pedalada.
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