Siempre se ha considerado un privilegiado por la carrera
deportiva que ha tenido, pero no por los títulos que ha ganado, sino por haber
compartido vestuario, entrenamientos y experiencias con determinadas personas.
Una de ellas ha sido, sin duda, Fernando Martín.
En las entrevistas siempre le preguntan cuáles son los
recuerdos de su llegada al primer equipo y qué jugador le impresionó más. Siempre cuenta esta anécdota con Fernando y habla de él como un referente. No porque
fuera técnicamente buenísimo, sino por su corazón, personalidad, carisma y
capacidad de liderazgo. Tenía algo dentro de él que lo hacía ser diferente. Ni
si quiera necesitaba hablar, su sola presencia infundía respeto.
En los tres meses que pudo compartir con él le enseñó algo
que nunca le abandonaría durante el resto de su carrera: que el baloncesto
profesional no consistía en ser mejor o peor técnicamente, sino en entrenar y
jugar con todo tu corazón para ganar. Ganar cada partido. Jugar sin miedo, ser
valiente y darlo todo para ganar, pero siempre con nobleza. Puedes ganar o
perder. Siempre habrá jugadores mejores que tú. Pero cuando entregas todo lo que
tienes en cada entrenamiento, en cada partido y cuando buscas con todo tu
corazón la manera de ganar del modo más noble posible, siempre vas a dejar huella. Para él eso ha sido
siempre lo más importante que ganar títulos y que ser mejor o peor jugador.
De Fernando aprendió que, si algún día quería liderar aquel
equipo, no tenía que ser el mejor jugador a toda costa, sino ser él mismo.
Debía ser el que más corazón, más ganas de trabajar y de ganar tuviera siempre.
De esa manera sería un modelo a seguir. En un equipo como el Real Madrid siempre
había jugadores más decisivos a los que darles el último balón para decidir los
partidos, pero lo verdaderamente importante para ser líder era ser el alma del
equipo.
Se han escrito infinidad de libros sobre si uno nace o se
hace líder, y también se hacen muchos cursos o programas de liderazgo y gestión
de grupos. En su opinión, el gran error de esta sociedad, cegada por conseguir
el éxito a toda costa, es que la busca líderes sólo para lograr resultados. Nos
olvidamos de que lo realmente importante no es solamente conseguir el objetivo
final, sino que el camino que recorramos para conseguirlo tenga sentido.
Desde su punto de vista, los verdaderos líderes deberían ser
los que en primer lugar dirían sus vidas de manera equilibrada y logren
liderarse a sí mismos. El liderazgo es personal y, por lo tanto, la relación
que uno tenga con uno mismo dictaminará su capacidad para liderar a otros. Una
vez conseguido esto, logrará sin quererlo que su equipo o el grupo de personas
que tenga su cargo lo sigan de manera natural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario