Mientras aprendía a bucear en las relaciones sentimentales y
sociales, sus entrenamientos continuaban. Fue de las primeras veces en su vida
que disfrutaba del entrenamiento. Oliver se centró en nuevos ejercicios para
trabajar la velocidad. Estaban destinados a trabajar la fuerza en el agua.
Usaba un bañador con bolsillos o nadaba atado a una goma, que anclaban en la
pared de la piscina. Se dedicaban a
practicar series más cortas pero mucho más intensas.
Tras pasar selectividad necesitaba cambios en su vida.
Quería estudiar en Madrid psicología y para poder hacerlo necesitaba algo de
dinero. Así que habló con la ONCE para trabajar en verano vendiendo cupones. Le
hicieron un contrato de verano y fue toda una experiencia.
En las Palmas no hay apenas quioscos así que lo tenía que
poner todo en la calle. Lo ordenaba y preparaba todo. Tuvo suerte porque hizo
prácticas y sustituyó a Antonio que conocía a todo el barrio y por ello
conseguía vender mucho.
Su novia vino de visita y estaba tan nervioso por hacer
bien su trabajo que no reconoció ni su voz. Era un trabajo de real y manejaba
dinero. Era mucha responsabilidad.
Lo que más le gustó de trabajar vendiendo cupones es que
tenía que hablar con desconocidos. Le quitó la timidez que le había perseguido
durante mi adolescencia. Fue duro por la rutina, por tener que estar en la
calle hiciera frío o calor. Le robaron 250 euros en cupones que tuvo que pagar
de su bolsillo. Estaba atendiendo a dos señoras y alguien cogió el taco de
cupones y se fue.
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