Sus ganas de seguir explorando nuevos horizontes le llevaron
en el 2006 a hacer una expedición a una de las montañas más altas de la Tierra.
Una montaña de 8.200 metros de altitud situada en el Tíbet. Durante esa
expedición conoció a los que en los meses posteriores se convertirían en sus socios. Fundó con ellos una empresa dedicada a organizar todo tipo de
actividades de montaña, haciendo realidad su visión y su sueño de años atrás de
convertir la montaña en el centro de su vida.
Vivía en Milán, pero pasaba largas temporales en Chamonix,
un pequeño pueblo de los Alpes franceses al que había ido por primera vez en el
año 2003. En Chamonix, encontró un reducto de paz en el que siguió su relación
con la montaña y que le facilitó el camino para uno de los acontecimientos más
bonitos de su vida: el reencuentro con su madre. Había regresado a la naturaleza,
lo que había permitido que recuperara la suya propia. El reencuentro con su madre después de tantos años fue muy emotivo e intenso. Preguntas sin
respuestas, una vida que podía haber sido pero no fue… simplemente un camino que
tenían que recorrer. Lo importante era que lo habíam hecho y que ahora
podían hablar de ello.
En el 2008 decidió mudarse definitivamente a Chamonix. Con
ello su vida daba otro giro. Después de haber vivido siempre en ciudades
grandes como Madrid, Atenas o Milán sentía que era el momento de irse a la
montaña. Desde ese momento ya no había vuelta atrás y se alejaba del mundanal
ruido para aislarse y seguir su camino introspectivo.
En Chamonix continuó desaprendiendo y alimentando su camino
espiritual. No dejaba de hacer cierta incertidumbre dentro de él porque había
dejado la empresa que había fundado dos años atrás y la ciudad donde había
vivido durante cinco años. Decidió abandonar la empresa que había fundado con sus socios porque no compartía la filosofía comercial de uno de ellos.
Para él el fin no justifica los medios. Debía
replantearse su vida por completo. Había sido durante veinticinco años jugador
de baloncesto pero ya no tenía valor para él y sus logros en este ámbito
tampoco significaban. Buscando dentro de él y escuchando su corazón tuvo otra
revelación. Ya sabía que amaba la montaña y que quería que fuera el centro des su vida pero la gran revelación fue descubrir cómo quería hacerlo.
La manera
sería transmitiendo y compartiendo con la gente esa gran pasión. Haría el curso
de guía de montaña para que aquello pudiese convertirse en realidad. Los siguientes dos años fueron muy intensos porque el curso
era muy exigente. Al final valió la pena y en 2010 acabó el curso y era guía
acompañante de montaña. Los dos años que duró el curso fueron otro de los
innumerables regalos que la vida le hizo. Tuvo que aprender dos idiomas a la
perfección y retomar el hábito de estudiar después de muchos años y lo mejor
fue las personas que encontró con las que compartió grandes vivencias. A partir
de ese momento las tinieblas comenzaron a esparcirse y empezó a encontrar
sentido a las cosas e identifique el
propósito en su vida.
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