Dos semanas antes del campeonato de España, se dio cuenta de
que el problema que había tenido en los entrenamientos de los últimos meses
había sido su actitud. Aplicando su nueva forma de entrenar, puso rumbo al
campeonato.
Llevaba más de tres años queriendo bajar de los cinco
minutos en piscina, de veinticinco; pero nunca lo lograba. Demasiado presionado
por él mismo y por sus entrenadores. Por eso mismo, no conseguía aplicar todo
lo que había entrenado en competición. Dejó todas las probabilidades abiertas y
se dio permiso para disfrutar. Y lo consiguió. Bajó la barrera de los cinco
minutos, lo había hecho en 4.59.
Tras conseguir bajar su marca se sentía satisfecho. Pero no
sólo eso, se sentía poderoso. Había encontrado la clave. Era su cabeza la que
no le había dejado conseguir bajar su marcaba.
Ahora arrancaba su época de experimentación mental. Hacían
un ejercicio que consistía en nadar dieciséis series de cien metros, con muy
poco descanso. El objetivo era hacer el mejor promedio. Él nadaba las dos
primeras series a un alto ritmo, mejor que la media prevista, pero en la
tercera y en la cuarta, su rendimiento bajaba.
En su cabeza se había propuesto una mejor marca. Esa meta
obligaba a su cuerpo a luchar por intentar conseguirlo. Cada vez que superaba
su marca, ella lo felicitaba como si hubiera ganado la lotería.
Se dio cuenta de la importancia de las barreras
psicológicas. Se dedicó a buscar historias que lo ilusionaran. En el deporte,
una vez que superas una marca, la puedes superar muchas más veces. Es una
barrera psicológica. También dejó de pensar cuánto le quedaba de entrenamiento,
para centrarse en cuánto llevaba hecho hasta el momento.
Durante esos meses se dedicó a combinar sus entrenamientos
en la piscina con una búsqueda incansable, de consejos, técnicas psicológicas e
historias que pudiera emular.
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