sábado, 4 de junio de 2016

Capítulo 14: ¡A vivir!

Volvía del Campeonato de Europa con el rabo entre las piernas e inmediatamente se presentó la elección que podía determinar su carrera deportiva. Podía cumplir su segundo año como juvenil, jugando otra vez a las órdenes del antiguo entrenador, Ángel Jareño, o bien podía subir al equipo junior un año antes y así tendría la posibilidad de entrenar y jugar con el primer equipo.

Ambos entrenadores hablaron con él y le aconsejaron que se quedase en el equipo juvenil. De esa manera se consolidaría como jugador después de un año difícil y se prepararía para el gran salto.Pero, en contra de sus opiniones decidió seguir adelante con el plan y subir al junior un año antes. Las prisas nunca son buenas consejeras, y deportivamente esta decisión le salió cara y su ego volvería a jugarle una mala pasada.

Por un lado fue extraordinario empezar con el primer equipo, debutar en el equipo profesional con diecisiete años y jugar de vez en cuando algunos minutos. Pero, por otro lado, significó un retroceso en su evolución como jugador. A esas edades hay que trabajar y entrenar duro y sobre todo hay que jugar para desarrollar unos hábitos. 

Entrenaba muchísimo pero casi no jugaba porque con el primer equipo los minutos eran contados y al no coincidir los horarios a veces no podía ir a los partidos. Aquello le mató, porque perdió el hábito de jugar, de tomar decisiones, de equivocarme, y de volver a intentarlo. Se convirtió en un jugador más conservador y menos brillante.


La montaña le ha enseñado que la ruta hacia la cima no siempre es la más corta o la más directa y que para llegar a la cumbre hay que tener paciencia, saber esperar a que la condiciones sean óptimas y luego ir a por todas. De todas formas, en el terreno de lo personal la experiencia de ese año fue extraordinaria aunque también muy dura. 

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