Los meses de entrenamiento para el Ironman pasaban a la
velocidad de la luz. No solo se enfrentó a una lesión, sino que también tuvo
problemas logísticos. Llamaron cuatro días antes de la salida hacia la
concentración y les dijeron que faltaba una pieza. Un amigo de Andreu compró el
componente que faltaba, en Londres, y lo mandó por correo.
En Lanzarote se alojarían en las instalaciones de El Club de
La Santa. Era un sitio reamente curioso, mitad hotel y mitad centro de
entrenamiento, al que acudían deportistas de todo el mundo para pasar unos días
con la familia mientras continuaban con las sesiones de la preparación. Allí
contarían con piscina, gimnasio, buena comida y un amplio parking libre de
coches para poder empezar a probar el tándem.
Ninguno de los dos había montado en tándem, jamás, y no
habían podido practicar juntos, ni una sola vez. El tándem suponía un desafío
para ambos. Confiaba plenamente en la capacidad de Andreu para pilotar esa
enorme bicicleta ya que él tenía mucha experiencia como ciclista. Siendo dos en
la bicicleta, les tocaría pedalear con todas las fuerzas para subir cualquier
cuesta. Pero al bajar o llanear… eso era lo más cercano a volar, que se puede
experimentar.
El 25 de Marzo, un día que nunca olvidará Enhamed, se
prepararon para la prueba de fuego. ¿Serían capaces de entrenar con el tándem?
Subieron y bajaron por el recorrido trazado, con facilidad. En estos
entrenamientos, como en muchos otros los acompañaba Ana López; una deportista
de corazón.
Aprendió mucho, gracias a ella… y a otros como a ella. Pudo ver la
cara del deporte más humana y verdaderamente integradora.
Enhamed tuvo la suerte de encontrarse con gente como Ana
que, después de trabajar todo el día, sacaba tiempo para ir a entrenar y era
feliz. Y lo hacía por el mero hecho de disfrutar. Los entrenadores olímpicos
darían lo que fuera por tener gente tan motivada como ella. Fue uno de los
grandes descubrimientos que haría durante su preparación para el Triatlón de
Lanzarote. Los entrenadores olímpicos darían lo que fuera por tener a gente tan
motivada como ella.
Nuestro protagonista había estado escuchando noticias sobre
una nueva retina artificial que se estaba probando en Israel. No tenía buena
definición, pero permitía ver en blanco y negro. Realmente se replanteó
operarse, incluso llegó a sentir cómo podría ser si pudiera lograrlo.
Entonces, ante la idea de operarse y ponerse una retina
artificial se dijo: ‘ni lo pienses, porque el precio que pagaría es muy alto’.
Recibiría pequeños chutes de miedo que acabarían transformando su personalidad.
Sin embargo, si le hubiesen ofrecido eso mismo en su época del instituto lo
hubiese aceptado, sin dudar. Tuvo una adolescencia complicada. Porque a esa
edad quería ser igual que los demás y él era diferente.
De un internado donde todos eran ciegos, llegó a un
instituto donde había mil estudiantes, pero él era el único alumno ciego. La
adaptación fue dura. Fueron años difíciles en los que se dio cuenta de que era
diferente. Muchas veces sus amigos no lo avisaban si iban a jugar al baloncesto
o al cine. Lo mismo le ocurría con muchas actividades cotidianas para cualquier
otro adolescente. Le decían: ‘¿para qué? ¿Para qué estés ahí sentado?’
Se refugió en la natación. Por suerte, cada vez entrenaban
más, pasaron de dos a cuatro horas. Pero empezó a auto lamentarse. Se dedicó a
buscar fuera cosas que ya tenía dentro…
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