Debe agradecer a su padre que no le transmitieran ninguno de
sus problemas, dudas o inquietudes. Sabe más de sobra como vivieron su pérdida
de visión por lo que ha preguntado en este último año a su hermana mayor o
incluso a su madre.
Hoy sabe que lo pasaron francamente mal, no entendían por
qué les pasaba eso a ellos. Después de su hermano, otro hijo se les quedaba
ciego. Sin embargo, lo que él percibía cuando estaba con ellos es que todo
estaba bien.
Su madre viéndolo sufrir tanto por el dolor que le provocaba
el glaucoma, empezó a desear que se quedara ciego. Si tenía que suceder, que
ocurriera de una vez. Por ello, rezaba. Fueron pasando los meses y él iba
perdiendo visión. Unos días tenia fuerte dolores y otros no pasaba nada.
Un día, después de ver los dibujos, estaba jugando a hacer
guerras y batallas. Los médicos le habían dicho a su madre que estaba
terminantemente prohibido hacer movimientos bruscos. Su madre le regaño y fue a
tumbarse donde estaba su hermano Deh. Se recostó a su lado y cuando levantó la
cabeza a los pocos segundos ya no veía nada.
No veía nada, pero no aviso a su madre porque era algo que
pasaba muchas veces. A la mañana siguiente cuando se levantó solo veía una
neblina roja. Solo veía rojo.
Lo llevaron al médico pero no se podía hacer nada. Sus
padres lo llevaron a Barcelona para someterlo a una operación que eliminara la
hemorragia interna. Pasó un par de años en los que podía percibir luz.
A él lo que más le importaba era que ya no sentía ese dolor.
Hasta aquel momento, le dolían las cosas más sutiles: que una persona pasara
fumando, si le daba la luz más o menos directamente. Por eso, en aquel momento
sintió una especie de alivio.
No lo vivió como un drama y no se sintió desesperado.
Aprendería a no utilizar el sentido de la vista y a comenzar a empezar a sentir
otros estímulos.
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