miércoles, 22 de junio de 2016

Capítulo 8: Rojo. Solo veo rojo, rojo…

Debe agradecer a su padre que no le transmitieran ninguno de sus problemas, dudas o inquietudes. Sabe más de sobra como vivieron su pérdida de visión por lo que ha preguntado en este último año a su hermana mayor o incluso a su madre.

Hoy sabe que lo pasaron francamente mal, no entendían por qué les pasaba eso a ellos. Después de su hermano, otro hijo se les quedaba ciego. Sin embargo, lo que él percibía cuando estaba con ellos es que todo estaba bien.

Su madre viéndolo sufrir tanto por el dolor que le provocaba el glaucoma, empezó a desear que se quedara ciego. Si tenía que suceder, que ocurriera de una vez. Por ello, rezaba. Fueron pasando los meses y él iba perdiendo visión. Unos días tenia fuerte dolores y otros no pasaba nada.

Un día, después de ver los dibujos, estaba jugando a hacer guerras y batallas. Los médicos le habían dicho a su madre que estaba terminantemente prohibido hacer movimientos bruscos. Su madre le regaño y fue a tumbarse donde estaba su hermano Deh. Se recostó a su lado y cuando levantó la cabeza a los pocos segundos ya no veía nada.

No veía nada, pero no aviso a su madre porque era algo que pasaba muchas veces. A la mañana siguiente cuando se levantó solo veía una neblina roja. Solo veía rojo.
Lo llevaron al médico pero no se podía hacer nada. Sus padres lo llevaron a Barcelona para someterlo a una operación que eliminara la hemorragia interna. Pasó un par de años en los que podía percibir luz.

A él lo que más le importaba era que ya no sentía ese dolor. Hasta aquel momento, le dolían las cosas más sutiles: que una persona pasara fumando, si le daba la luz más o menos directamente. Por eso, en aquel momento sintió una especie de alivio.


No lo vivió como un drama y no se sintió desesperado. Aprendería a no utilizar el sentido de la vista y a comenzar a empezar a sentir otros estímulos. 

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