A pesar de que Andreu le brindó su apoyo para intentar
terminar el Ironman, pero no pudieron empezar a entrenar porque ya tenía
programado un curso en la India. Allí les enseñaron a meditar y a despertar la
consciencia. Lo que realmente asimiló en esos días fue a aprender a usar el
cerebro. A desarrollar ciertas habilidades que leemos en los libros de
autoayuda. Pero esta vez lo estaba escuchando de las fuentes donde beben esos
textos. Todo lo que aprendió allí le sirvió en las largas horas de
entrenamiento y para el resto de su vida.
A su regreso empezaron a entrenar. Los dos primeros meses de
entrenamiento fueron realmente duros. Supusieron una cura de humildad para
alguien con cuatro oros olímpicos. Comenzó haciendo solo una hora y de bici y
cuarenta minutos de carrera. En el gimnasio había gente que entrenaba durante
horas. Y ´él, campeón olímpico entrenaba su hora y se tenía que ir porque no
podía más. Pero nadie dijo que iba a ser fácil.
En enero empezaron con el entrenamiento fuerte, aumentando
las horas que ejercitaban. Hacía seis o siete horas de bici a la semana. Los
lunes empezaba a tope y llegaba al jueves destrozado. El viernes se lo tomaba
de descanso, porque hay que conocerse y no forzar.
El último sábado de ese mes de enero se levantó temprano
para ir a entrenar a la Residencia. Desde que salió de la puerta ya estaba
cansado. Antes de estar medio en faena, cuando le entra la pereza, se ‘engaña’
para ir. El truco es simplificar los
pasos en tu cabeza, sin pensar todos los pasos que tienes que hacer para entrenar.
Él ya había engañado a su cerebro para entrenar, y cuando
llegó al gimnasio de la Blume, solo había dos chicos de la selección de
natación; se propuso hacer un buen entreno para que vieran cómo se sufre en la
cinta. Lo cierto es que aún no tenía un sentimiento de inferioridad con
respecto a los nadadores videntes.
Sabía que las diferencias en los tiempos eran debidas a que
él no podía nadar en línea recta. Pero todavía, y a pesar de su récord del
mundo que no había batido ningún nadador, ciego o vidente, a veces se sentía
inferior ante ellos.
Siguió un par de días entrenando. Hasta que le vio su
fisioterapeuta y le dijo que tenía
periostitis. No podía volver a correr en uno o dos meses. Muy convencido, le
dijo que no podía ser. Que en cuatro meses tenía el Ironman y que necesitaba
correr. Se puso manos a la obra, y la verdad es que hizo un trabajo
extraordinario en tres semanas.
Durante ese tiempo no dejó de entrenar. Porque si no puedes
correr, pues haces elíptica, o alargas las sesiones de natación y bici.
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