En el deporte por equipos hay una gran diferencia entre
tener buenos jugadores, ser un buen equipo y ser un gran equipo que gana
títulos. Tener buenos jugadores es relativamente fácil, ya que se puede
conseguir con dinero.
Para formar un buen equipo es preciso que las cualidades
técnicas de cada jugador se pongan al servicio del grupo. En cambio, para
llegar a ser un gran equipo que gana títulos, se necesita tener algo más: que
el equipo tenga alma. Y el alma de ese equipo se construye desde lo profundo de
cada uno. Desde esa profundidad individual cada uno trasciende de su actuación
personal y su protagonismo y se pone al servicio del equipo.
El talento es
importante, pero es el alma la que es imprescindible. El alma de ese equipo campeón se perdió en los años
posteriores porque los jugadores que habían ayudado a construirla ya no
estaban. Durante las dos siguientes temporadas llegaron jugadores nuevos, todos
de gran nivel.
Llegaron a varias finales y ganaron una Copa Saporta, pero
no se logró instaurar ese espíritu. A su juicio la diferencia entre aquel equipo
que fue campeón de la Euroliga y el equipo posterior es que la columna
vertebral de aquél estaba constituida por jugadores que habían crecido en el
club o que habían llegado a él siendo muy jóvenes. No fue cuestión de ser ni
mejores ni peores, sino de un sentimiento de pertenencia que no se puede
adquirir de un día para otro. Son experiencias, enseñanzas, formación,
educación… Son valores que te van formando, que te ayudan a adquirir una
identidad determinada y un compromiso con el club. Esto es mas
factible a través de una cantera, transmitiendo la filosofía del club a los
jugadores desde que son unos chavales.
La columna vertebral de un gran equipo que gane títulos con
continuidad debería estar formada por jugadores que
estén unidos por esos valores. Se pueden ganar títulos con equipos hechos de
otra manera, cantera transmiten valores diferentes que dejan huella en el
tiempo. Son los principios compartidos de sus integrantes los que unen a un
vestuario y logran que se superen los egoísmos personales. Si éstos no existen,
cuando los objetivos no se consiguen, todo se desmorona.
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