En el kilómetro treinta y cuatro, su cuerpo se rebeló, su estómago
decidió que era el momento de sacar fuera todo lo que llevaba dentro. Tenía
ganas de llorar, de escapar de ese dolor. Tras sacar toda el agua ingerida en
los últimos 30 minutos, le pidió a Andreu que le diera un instante. Era el
momento del recurso mental definitivo; solo quedaban ocho kilómetros y era lo
que le argumentaba a su mente.
Tras haberse separado cuerpo y mente en los últimos 4 kilómetros,
ahora, debían unirse más que nunca. La sombra pasó a formar parte de la energía
que necesitaba para terminar, su mejor Enhamed apareció para llevarle hacia la
meta del Ironman Lanzarote 2014.
En el último kilómetro, la gente empezó a gritar con más
ganas; su sonrisa se mezclaba con una emoción indescriptible. Mientras los
speakers anunciaron por los altavoces, Andreu, Gayla y Enhamed cruzaron la meta
del Ironman. Una meta que, hacia unos meses, muchos creían imposible; incluso
él mismo lo pensaba hacia tan solo dos años.
Se abrazó a Andreu y le agradeció, de todo corazón, que lo
hubiera ayudado a lograr su sueño. No dejó de repetirle, entre lágrimas y con
una gran sonrisa: ‘tío, lo hemos hecho’. Enhamed abrazó a Gayla mientras ella
lo lamía.
Había conseguido todo lo propuesto. Tenía el record del
mundo que tanto había deseado. Había demostrado con creces que su ceguera no
era una limitación. Ahora era momento de descasar, dedicar más tiempo a su vida
personal. Y respirar el aire puro de tierras lejanas.
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