El 2003 pintaba bien, parecía un chico más… Pero no lo era.
Cuando acababan las clases y la natación, muchas veces se veía solo. A pesar de
que lo apreciaban, sus amigos no se lo llevaban fuera cuando salían de fiesta o
iban al cine. La natación seguía siendo lo que le daba un cierto sentido a su
existencia. Se centró en eso; se aferró al deporte para no sufrir.
En el recorrido hacia la meta, los contratiempos siempre
aparecen; en el suyo no iba a ser menos. Estaba entrenando para competir en
Argentina… y estuvo a un paso de no poder hacerlo. En un entrenamiento
rutinario, una chica que venía en dirección contraria se metió el doble dedo en
el ojo.
Lo tuvieron que llevar al hospital, donde le dijeron que no
podría nadar durante un tiempo. Se recuperó y tuvo que entrenar más duro, pero
consiguió estar listo para Argentina. Cuando uno tropieza tiene que volver a
levantarse; sacudirse la tierra y seguir caminando. Lamentarse no vale de nada.
Al año siguiente, sus esfuerzos en la piscina empezaron a
dar sus frutos. En Canadá ganó dos platas y cuatro bronces. Nunca había
competido en esa modalidad, y consiguió un récord para España, que no se
lograba desde 1988. Mientras luchaba duro, en el instituto se encontró que lo
habían suspendido todas las asignaturas.
Tuvo que echar mano de su autocontrol y asumir que, a veces,
las cosas no son como uno quiere. Es mejor manejar la frustración.
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