A los 18 años llegó a la capital con toda su ilusión, a
estudiar psicología y entrenar por las tardes. Al aterrizar en la universidad
le volvió a pasar lo mismo que en el instituto. El cambio se le hizo difícil y
le costó mucho adaptarse. No estaba marginado, en seguida conoció gente, pero aunque
lo invitaban a fiestas no iba.
Prefería quedarse en su entorno seguro, porque todavía no
había desarrollado sus habilidades sociales. El lenguaje que imperaba en su
cabeza era muy negativo. Enhamed quería ser independiente, como los demás, pero
muchas veces sentía rabia de las dificultades que se encontraba para serlo.
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