miércoles, 22 de junio de 2016

Capítulo 7: Del Sahara a Canarias. La imagen de un cabello castaño.

Fue un niño muy observador. Su padre con su ejemplo le transmitió la importancia del trabajo duro. Decía que no se podía conseguir nada en esta vida sin esfuerzo y que, si das tus palabras, tienes que cumplirla.

Fueron esos valores los que lo sostuvieron en las pruebas a las que tendría que enfrentarse a lo largo del camino. Con ellos, haría frente a los grandes retos deportivos, y al reto de vivir su vida auténticamente. Plena.

Su enfermedad marco la vida de su familia. Cuando sus padres lo quisieron escolarizar se encontraron con el mismo problema que habían vivido con su hermano Deh. No aceptaban en la escuela a personas con deficiencia visual. Lamentablemente, Deh estaba mostrando los primeros síntomas de esquizofrenia quizá surgidos por el aislamiento al que se había visto sometido.

Él había nacido en Canarias porque sus padres se mudaron en los años setenta. El traslado fue toda una aventura. No solo para él, que únicamente hablaba árabe y nada de español, también para los demás niños. Ante la falta de entendimiento, la profesora se afanó en dibujar vocales en la pizarra. Le explicaba qué eran y lo que tenía que hacer con ellas, mientras su padre traducía.

Fue aprendiendo castellano, poco a poco. El primer año en España veía perfectamente, pero el segundo empezó a tener grandes dolores. Faltaba a clase durante semanas por el sufrimiento que provoca el glaucoma en el ojo.

Mientras su profesora hablaba, él se quedaba mirando el cabello de una niña. Un día le regaño y le dijo que por qué no miraba a la pizarra en vez de a su compañera. Le respondió: ‘porque no la veo’. Y era cierto. La pizarra la veía, pero no distinguía lo que había en ella.

Mari Carmen llamo a la ONCE y le colocaron un atril especial para que pudiera leer los libros. Eran unas especies de fotocopias con unas letras enormes. Horribles pues no tenían fotos ni las grafías bonitas de los libros de texto normales. Ir aprendiendo en esos libros que tanto le aburrían fue como el calentamiento en su entrenamiento para ser ciego ‘profesional’.


Sus amigos notaban que iba perdiendo la vista. Dejaba de correr con ellos en el patio. Si la luz del sol le dañaba la retina se tenía que ir al aula. Seguían siendo sus amigos con los que podía discutir o pelearse. 

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