Una vez llegaron al refugio se fueron a dormir
pronto a la cama. Cuando sonó el despertador, solo habían dormido cuatro horas.
Preparó su mochila y se la puso al hombro.
Caminaron de noche para coronar al amanecer y bajar
antes de que el sol golpeara con fuerza el monte Neru. Mientras avanzaban, lo
iban avisando de los obstáculos que aparecían en el camino: escalón, zanja,
piedra, raíz. Esa fue su última rutina durante horas.
Avanzaban a trompicones. Tardaron cuarenta y cinco
minutos en subir un tramo de nada. Por fin, tras 6 horas, llegaron a la cima
del monte Meru. Era una cima muy estrecha, donde los esperaba un cartel que
indicaba la altura a la que estaban y un congratulation. Para sus compañeros
había un premio más: la vista. Desde ese lugar tenían una perspectiva privilegiada
del Kilimanjaro. Mientras bajaban, sus compañeros le describían el paisaje.
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