Noviembre de 2010. Había hecho todo
este largo, intenso y profundo viaje interior. Había sido capaz de afrontar la
prueba más dura de si vida y no sólo la había superado, sino que había salido
muy reforzado. Era guía de montaña y además había encontrado su propósito en la
vida, pero le quedaba un paso muy importante para hacer definitivamente las
paces consigo mismo y con el mundo.
Fue en ese momento cuando sentí que
tenía que retomar la relación con su padre. Por ello le escribió una carta. Le
contaba muchas experiencias que había vivido en los últimos años y le decía que
le gustaría hablar con él. Él le respondió y acto seguido hablaron por
teléfono. Fue una conversación breve en la que quedaron en verse el mes
siguiente.
Conoció las redes sociales y la
repercusión que pueden llegar a tener en la vida de alguien. Abrir su blog
significó salir del escondite en el que había estado desde su retirada del
baloncesto en 2003. Apenas la gente sabía a lo que se dedicaba y dónde estaba,
empezaron a llamarle de varios medios y a hacerle entrevistas. Pensaba que la gente
ya se habría olvidado de él, pero se equivocaba.
Había muchas personas que se
preocupaban por él y contactaron. Algunos le mandaron mensajes de correo
electrónico muy conmovedores en los que le explicaban que empezaron a jugar o
se adicionaron al baloncesto gracias a él y que había sido un ejemplo para
ellos; pero lo más sorprendente es que la gente se acordaba de él no por lo
mejor o peor jugador que había sido sino por su manera de ser.
Una vez comunicado al mundo dónde
estaba y lo que hacía llegó el momento de comunicarse cara a cara con su padre
tras siete años de separación. No había rencor solo ganas de desenredar algo
que por el orgullo de ambos no se logró resolver antes. El encuentro fue
revelador y cómodo. Fue el primer momento de su vida desde los quince donde la
relación con todos los miembros cercanos de su familia se hizo realidad. Lo que
para muchos es normal durante su vida él lo consiguió a los treinta y ocho.
Tenía más energía que nunca y estaba
emocionado con su vida. Volvía a soñar como cuando era pequeño y se veía
haciendo proyectos para ayudar a las personas. Quería seguir con su trabajo de
guía pero también quería transmitir lo que llevaba dentro. Quería ayudar a los
demás a través de sus propias
experiencias.
Conoció a un empresario que se
dedicaba a recaudar dinero para causas infantiles. Le comentó que estaban
intentando ayudar a la fundación Sanfilipo de Ginebra para dar a conocer una
enfermedad llamada síndrome de Sanfilipo. El objetivo era recaudar dinero para
empezar un ensayo clínico que pudiera descubrir una vacuna con la que curar la
enfermedad.
Él le expuso el proyecto que tenía en
la cabeza. Ese proyecto se basaba en tres pilares fundamentales: el primero era
el reto de ser el primer español en escalar todas las cimas de 4000 metros de
los Alpes.
El segundo era realizar un documental y escribir un libro sobre su vida
y los valores del deporte. Y por último la solidaridad. Le propuso donar parte
de la venta de ambos para ayudar. Fue así como siguió escalando cimas de más de
4000 metros. No atraemos lo que queremos sino lo
que somos. Es así como los sueños se convierten en realidad, con nuestra
intención no sólo con nuestro deseo.
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