martes, 14 de junio de 2016

Capítulo 42: Compartir el sentido de la vida

Noviembre de 2010. Había hecho todo este largo, intenso y profundo viaje interior. Había sido capaz de afrontar la prueba más dura de si vida y no sólo la había superado, sino que había salido muy reforzado. Era guía de montaña y además había encontrado su propósito en la vida, pero le quedaba un paso muy importante para hacer definitivamente las paces consigo mismo y con el mundo.

Fue en ese momento cuando sentí que tenía que retomar la relación con su padre. Por ello le escribió una carta. Le contaba muchas experiencias que había vivido en los últimos años y le decía que le gustaría hablar con él. Él le respondió y acto seguido hablaron por teléfono. Fue una conversación breve en la que quedaron en verse el mes siguiente.

Conoció las redes sociales y la repercusión que pueden llegar a tener en la vida de alguien. Abrir su blog significó salir del escondite en el que había estado desde su retirada del baloncesto en 2003. Apenas la gente sabía a lo que se dedicaba y dónde estaba, empezaron a llamarle de varios medios y a hacerle entrevistas. Pensaba que la gente ya se habría olvidado de él, pero se equivocaba.

Había muchas personas que se preocupaban por él y contactaron. Algunos le mandaron mensajes de correo electrónico muy conmovedores en los que le explicaban que empezaron a jugar o se adicionaron al baloncesto gracias a él y que había sido un ejemplo para ellos; pero lo más sorprendente es que la gente se acordaba de él no por lo mejor o peor jugador que había sido sino por su manera de ser.

Una vez comunicado al mundo dónde estaba y lo que hacía llegó el momento de comunicarse cara a cara con su padre tras siete años de separación. No había rencor solo ganas de desenredar algo que por el orgullo de ambos no se logró resolver antes. El encuentro fue revelador y cómodo. Fue el primer momento de su vida desde los quince donde la relación con todos los miembros cercanos de su familia se hizo realidad. Lo que para muchos es normal durante su vida él lo consiguió a los treinta y ocho.

Tenía más energía que nunca y estaba emocionado con su vida. Volvía a soñar como cuando era pequeño y se veía haciendo proyectos para ayudar a las personas. Quería seguir con su trabajo de guía pero también quería transmitir lo que llevaba dentro. Quería ayudar a los demás a  través de sus propias experiencias.

Conoció a un empresario que se dedicaba a recaudar dinero para causas infantiles. Le comentó que estaban intentando ayudar a la fundación Sanfilipo de Ginebra para dar a conocer una enfermedad llamada síndrome de Sanfilipo. El objetivo era recaudar dinero para empezar un ensayo clínico que pudiera descubrir una vacuna con la que curar la enfermedad.

Él le expuso el proyecto que tenía en la cabeza. Ese proyecto se basaba en tres pilares fundamentales: el primero era el reto de ser el primer español en escalar todas las cimas de 4000 metros de los Alpes. 

El segundo era realizar un documental y escribir un libro sobre su vida y los valores del deporte. Y por último la solidaridad. Le propuso donar parte de la venta de ambos para ayudar. Fue así como siguió escalando cimas de más de 4000 metros. No atraemos lo que queremos sino lo que somos. Es así como los sueños se convierten en realidad, con nuestra intención no sólo con nuestro deseo.

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