Tras acabar los dos años de contrato en Italia decidió dejar
el baloncesto profesional. Por un lado no le encontraba sentido a seguir
jugando. Simplemente le parecía deshonesto seguir cobrando dinero por algo en
lo que no creía. El segundo, porque físicamente no se encontraba bien y no
podía jugar al nivel que quería.
El hecho de no poder estar con su fisioterapeuta le imposibilitaba estar a ese nivel supremo anterior.
Pero después de descansar durante el verano cambió de
opinión y volvió a jugar. Su último reto sería el de demostrarse a mí mismo que
después de tantos años encasillado como defensa podría ser un referente en
ataque.
Así aterrizó en Atenas para jugar en el Dafni, un equipo de la parte
media de la tabla en el cual volvió a recuperar sensaciones, siendo algunas
veces el máximo anotador. Terminó la temporada satisfecho porque había logrado su objetivo. Además Grecia le enamoró por completo sumado al encanto de estar
en un club pequeño.
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