Por fin, Caballo se lanzó a contar la historia que veníamos esperando desde hacía dos años. La razón era clara: a la mañana siguiente, todos se separarían y emprenderían el camino de vuelta a casa. Caballo no quería que olvidaran lo que habían compartido, así que por primera vez estaba revelando quién era en realidad.
Había nacido con el nombre de Michael Randall Hickaman, hijo de un sargento de artillería del Cuerpo de Marines. Dado que era un delgaducho solitario que constantemente tenía que defenderse en cada nuevo colegio al que llegaba, la prioridad del joven Mike pasaba por encontrar el centro más cercano de la Liga atlética de la policía y decidió apuntarse en clases de boxeo.
Los chicos más fuertes sonreían y chocaban sus guantes cuando veían a ese cretino de cabello largo y sedosos, pero dejaban de sonreír en el momento en que ese largo brazo izquierdo empezaba a golpearles la cara. Era un muchacho sensible que odiaba hacer daño a la gente, pero no evitó que llegará ser muy bueno en ello.
Mike se marchó a la Universidad Humboldt State para estudiar Historia de las Religiones Orientales e Historia de los Indios Nativos Americanos. A fin de poder pagar la matrícula, empezó a participar en peleas clandestinas bajo el nombre de El Cowboy Gitano. Era capaz de mantenerse en pie ante gigantescos pesos pesados negros, esquivando los golpes y abrazándose a ellos.
Tras unos años abriéndose camino en el mundo de las peleas clandestinas, el Cowboy reunió sus ganancias. Estaba buscando un sentido a su vida.
Durante una de sus carreras en busca de sentido, conoció a una bella joven de Seattle que se encontraba por ahí de vacaciones. No podían ser más diferentes el uno del otro, pero se enamoraron. Tras un año a la selva, decidieron volver al mundo.
Pronto, él y Melinda se establecerían en Colorado, y así podía correr por las montañas y conseguir peleas en las arenas de Denver.
Sin embargo, lo que ocurrió a continuación resume la vida entera de Caballo de entre todas las decisiones que había tenido que tomar, las más fáciles siempre habían sido aquellas en las que había tenido que elegir entre la prudencia y el orgullo.
Acababa de romperle la cara a un hombre en la televisión nacional, ¿y por qué? La carrera de Cowboy estaba a punto de subir como la espuma. Las ofertas empezaron a llover, tendría muchísimas oportunidades muy bien renumeradas para descubrir si amaba luchar o si luchaba para ser amado. Se retiró.
No tenía ni idea de si corría rápido o lento, si era talentoso o un desastre, hasta que un fin de semana del verano de 1986 condujohasta Laramie para hacer un intento en la Doble Maratón de las Montañas Rocosas. Sorprendió a todos, incluso a sí mismo, cuando ganó en seis horas y doce minutos, liquidando dos maratones seguidas en poco más de tres horas cada una. Para un tipo que deseaba aporrearse hasta la inconsciencia, las carreras extremas podían resultar un deporte tremendamente atractivo.
El resto de los participantes de la carrera se metió en el vehículo y cada uno intentaba acomodar su cuerpo dolorido de la mejor forma posible para soportar el viaje movidito que tenían por delante.
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