lunes, 2 de mayo de 2016

Capítulo 1: Las circunstancias personales como maestras de vida

En la vida nada es casualidad sino causalidad. Que nuestro protagonista naciera un 26 de abril de 1972 en Orense y que sus padres se separaran cuando tenía cinco años tiene, como todo en la vida, un porqué. Las personas y circunstancias que nos rodean pueden ser nuestros grandes maestros si estamos alerta y preparados para convertirnos en sus humildes alumnos. 

Desde muy temprana edad comenzaría a diseñar su destino, tratando de que cada situación y cada persona le sirvieran para seguir avanzando. Aunque por aquel entonces no era consciente de que fuera una enseñanza en sí misma, sentía que tenía la capacidad de construir mi destino.

El hecho de ser tauro, con sus lógicas excepciones, conlleva ciertas cosas: signo de tierra, creencia en lo terrenal y material, testarudez y cabezonería hasta límites extremos, propensión a la rutina, dificultad a la hora de salirte de tus esquemas y de tu zona de confort… y más cosas. El hecho de ser gallego y haber crecido con las meigas a tu alrededor también implica alguna cierta negatividad, pesimismo, indecisión (de ahí el famoso dicho que dice que si te encuentras a un gallego en una escalera no sabes si sube o si baja), introversión, desconfianza hacia los demás y melancolía.

El divorcio de sus padres condicionó absolutamente su educación y su carácter. Ahí se forjaron la soledad, la disciplina, el egoísmo, el instinto de supervivencia y el endurecimiento mental y emotivo.
Tuvo una infancia muy solitaria y eso le fue haciendo cada vez más fuerte mentalmente y más reflexivo.

Tras el divorcio de sus padres se quedó a vivir con su padre y su hermana se fue con su madre. Un contexto nada convencional para los años 70 y un inicio de camino emocional en la vida nada prometedor. Recuerda sentirse extraño desde el primer momento en que fue al colegio. Todos los demás niños tenían padres y como siempre estaba solo le preguntaban  a menudo si él no los tenía.

Sentía que esta situación le oprimía y tenía que luchar para que no le aplastase. Esta decisión es lo que se conoce en psicología como “resiliencia”: capacidad para afrontar una situación adversa, superarla y salir fortalecido”.

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