Era una historia irresistible: la tímida profesora de ciencias dirigiéndose valientemente a las Rocosas para enfrentarse a los machos miembrs de una tribu mexicana y a todos los demás, hombres o mujeres, que se interpusieran entre ella y la línea de meta en uno de los mayores eventos deportivos.
Los tarahumaras, en realidad, son una sociedad extraordinariamente igualitaria; los hombres son atentos y respetuosos con las mujeres, y se los puede ver llevando a sus hijos a cuestas en la parte baja de la espalda , igual que sus mujeres. Hombres y mujeres corren separadamente, es cierto, pero sobre todo por razones logísticas.
Ann las tenía todas consigo: Victoriano y Cerrildo, los ganadores anteriores, no volvían este año, así que Fisher había perdido a sus dos mejores corredores. Ann había ganado Leadvillle dos veces ya, así que, sin importar a qué novatos había reclutado Fisher, ella tenía la enorme ventaja de conocer todos los giros peliagudos del camino.
En resumen: un aplauso para los tarahumaras por ser unos corredores increíbles, pero en esta ocasión se estaban enfrentando a la profesional número uno del negocio. Los tarahumaras tuvieron su minuto de gloria como campeones de Leadville; ahora regresaban sin tantas ventajas a su favor.
Así, con todos esos frentes abiertos alrededor, los tarahumaras apagaron sus cigarrillos y se colocaron torpemente junto a los otros corredores enfrente de los juzgados de Leadville, el mismo lugar donde solían colgar a los ladrones de caballos. Entre abrazos y apretones de mano, esa camaradería de quienes saben que vas a enfrentarse a la muerte que compartían los otros corredores poco antes de empezar, los tarahumaras se veían aislados y solos.
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