Llevaba doce horas intentándolo. Caballo estaba tan estresado que había pasado la noche entera dando vueltas en la cama con un dolor de cabeza producto de la ansiedad. Para empezar, el solo hecho de estar en Creel era suficiente para alterarlo hasta el límite.
Pero sobre todo, no estaba acostumbrado a hacerse cargo de nadie que no fuera el tipo que se calzaba sus sandalias. Ahora que tenía que velar por ellos, la aprensión le estaba oprimiendo el pecho con fuerza. Le había costado diez años ganarse la confianza de los tarahumaras y podía irse abajo en diez minutos. Caballo imaginó a Ted Descalzo y Jenn hablando sin parar en los oídos de unos incomprensivos tarahumaras.. Luis y su padre disparando el flash de sus cámaras sobre sus ojos... Eric y él hostigándole con preguntas. Una pesadilla.
Dejaron atrás el toldo de árboles justo cuando estaba saliendo el sol por encima de los cerros de rocas gigantes.
Ya habían corrido seis millas por la cima de la meseta y estaban regresando a Creel cuando una delgada sombra negra apareció de entre los arboles. Caballo estaba acercándose: después de que el resto le diera alcance, había seguido su camino hacia nosotros, mientras ellos se tomaban un respiro y posaban para la cámara de Luis.
Caballo había cambiado de opinión y había decidido unirse de nuevo. Estaba sonriendo por primera vez desde que se habían bajado del autobús.
Nueve meses de entrenamiento tarahumara habían hecho maravillas: pesaba once kilos menos y corría con facilidad por un camino que antes se había matado. A pesar de todas las millas caminadas se sentía ligero, suelto y ansioso por más. Sobre todo, por primera vez en una década no estaba tratándose de ningún tipo de lesión.
De vuelta en las cabañas, empezaron a meter sus cosas en las mochilas. Les dijo al resto dónde podían conseguir algo para desayunar y fue a echar un vistazo a la cabaña de Caballo.
En breve, estarían serpentenado a través del bosque, avanzando hacia el viejo pueblo minero de La Bufa y, desde ahí, hasta el final del trayecto a la aldea de Batopilas, al pie del cañón.
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