No puede seguir sin detenerse a hablar de una de las
personas fundamentales en su vida. Esta persona es Pedro Chueca. No solo porque le ayudase a recuperarse de sus problemas de espalda sino porque a nivel
personal es un privilegio tenerlo como amigo. Ha sido como un segundo padre y nunca podrá agradecerle suficientemente lo que le ayudó entonces.
Jamás conoció a alguien como él capaz de ayudar a cualquier persona. Un
auténtico número uno como profesional, pero sobre todo a nivel humano. Una persona con un don
natural para curar que disfruta haciéndolo. Alguien totalmente desapegado de lo
material y que comparte todo lo que tiene de manera desinteresada. Un verdadero
ejemplo.
En mi segundo año de
cadete el equipo ganó el Campeonato de Madrid y luego jugaron el
Campeonato
de España. Por segundo año consecutivo llegaron a la final contra el Barcelona
y esta vez eran los favoritos. A falta de seis segundo para la conclusión
ganaron el balón pero una fatídica pérdida de balón nuestra les posibilitó
meter una canasta en el ultimo segundo y perdieron la final.
Otra dura lección
deportiva, pero importante para el futuro: en el deporte, la diferencia entre
ganar y perder títulos no radica en ser mejor o peor equipo técnica, táctica o
físicamente, sino en la capacidad de concentración que logren mantener los
jugadores de ese equipo. La concentración es la clave absoluta de la vida y se
necesita para lograr cualquier objetivo. Somos energía y al poner nuestra
atención y concentración en algo hacemos que esa energía fluya. Como
consecuencia de ese fluir, damos vida a lo que pensamos.
Durante el verano fue convocado por la selección. Los
resultados con el equipo no fueron buenos, pero yo lo seguía viendo como otro
paso más en mi crecimiento como jugador y en el camino hacia mi objetivo.
En el ámbito personal también fue muy importante, pues
conocí a José Lasa, el compañero con el que más partidos ha jugado y uno de sus mejores amigos. Considero que su carrera no tendría sentido sin él. Han compartido muchos momentos juntos: entrenamientos, partidos, triunfos y también
desilusiones. Siempre hubo aprecio y respeto mutuos. Incluso en las ocasiones
en que nos jugábamos el puesto y se pegaban en los entrenamientos, la
nobleza, la honestidad y el respeto siempre imperó.
El camino hacia su sueño proseguía pero su parte emocional
seguía teniendo carencias y aquel año ocurrió algo que marcaría los posteriores
años. La relación con su madre, bien fuera por la distancia o porque nunca
habían pasado mucho tiempo juntos, no era buena.
Viajó a Orense al final de
la temporada para jugar un partido amistoso; tenía quince años. Al encontrarse
con ella tuvieron una discusión. Después de aquello estuvieron años sin verse y
sin contacto. Viéndolo con la perspectiva que te da la distancia y el tiempo, ha podido constatar que aquello fue una reacción provocada por la infancia que
vivió. La ruptura de sus padres le pasaba factura.
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